viernes, 18 de noviembre de 2011

Fármacos que tratan el THDA

INTERVENCIÓN FARMACOLÓGICA.
   La administración de fármacos representa para los médicos la forma más potente y rápida de promover la atención y reducir la excesiva actividad motora en un corto plazo.
   Es importante enfatizar que el uso de medicamentos como única  medida terapéutica no es del todo favorable, por lo que simultáneamente las personas con déficit de atención e hiperactividad deberán ser tratados en el contexto de su familia, escuela y comunidad.
   Las drogas de primera línea en el tratamiento del déficit de atención son los psicoestimulantes, los que con frecuencia son administrados son el Metílfenidato, las Anfetaminas y el Pemoline. Se debe precisar mediante pruebas de laboratorio, si un niño en particular tiene necesidad de tomar estimulantes y cuales son las dosis óptimas, ya que dado las diferencias individuales, estos fármacos surten efectos variados.
   Los psicoestimulantes tienen un efecto positivo sobre el nivel de activación cerebral, aumentando la actividad de la sinapsis catecolaminérgica en el cerebro, y tienen a la vez acción dopaminérgica y noradrenérgica. La acción noradrenérgica permitiría que los medicamentos estimulantes controlen el comportamiento agresivo, antisocial y psicótico; mientras que por su efecto dopaminérgico, estos fármacos ayudan a mantener el foco de atención (Kinsbourne y Kaplan, 1990). Los efectos producidos aumentan la atención sostenida, la capacidad mnémica y el control inhibitorio de las respuestas impulsivas, logrando relaciones sociales óptimas, incrementando periodos de concentración y mejorando el aprendizaje de niños con déficit de atención.
   Sin embargo el tratamiento con estimulantes es susceptible a los efectos secundarios que ocurren a niveles de dosis terapéuticas, aunque algunos autores consideran que tales efectos son tolerables, se toman en cuenta para el incremento o disminución de las dosis del fármaco según sea el caso. Tales efectos pueden ser: la pérdida del apetito, insomnio, aumento de la tensión, síntomas de ansiedad (onicofagia y chuparse los dedos) inhibición social, tendencia a gritar e irritabilidad (Miranda y Santamaría, 1986).
   Además de estos efectos, el uso de psicoestimulantes ha generado ciertas controversias, como la supresión del crecimiento de niños que reciben tratamiento por más de dos años, la tendencia a producir tics o movimientos involuntarios, la posibilidad de abuso, adicción y de desarrollar hepatitis tóxicas (Estrada, 1997), lo cual  no ha sido del todo comprobado, siendo estas algunas de las razones que suscitan la reticencia y prejuicios de algunos padres respecto a los efectos del medicamento (Goróstegui, 1997).
   Por otro lado, se ha destacado la eficacia de usar drogas de segunda línea como los antidepresivos y los antihipertensivos, cuya utilización resulta especialmente apropiada cuando los estimulantes están contraindicados.
   Los antidepresivos más usados son la Imipramina, la Desipramina y la Nontriptilina, los cuales producen efectos secundarios como sequedad de los labios, estreñimiento, erupciones cutáneas, visión borrosa, y está contraindicada en personas con problemas cardiacos. Entre los antihipertensivos más usados están el Propranolol, administrado exclusivamente en adultos, la Clonidina y la Guanfacina
    Los pacientes con TDAH que no responden adecuadamente a la monoterapia con fármacos, son tratados mediante el uso de drogas en combinación, sin embargo aún se conoce poco sobre la eficacia de esta modalidad de tratamiento (Estrada, 1997).
   Para evitar los fracasos en el tratamiento farmacológico, es indispensable que el equipo multidisciplinario detecte adecuadamente el TDAH como diagnóstico, además de entrenar a los padres o tutores de niños con déficit de atención, pues son ellos los que supervisarán el tratamiento en casa. Los psicofármacos no se deben imponer a familia que mantienen una actitud negativa hacia ellas, pues se corre el riesgo que no sigan puntualmente las indicaciones de su médico con el afán de demostrar su ineficacia (Barkley 1983; véase en Miranda y Santamaría, 1986).

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